domingo, 14 de junio de 2015

Difusión del conocimiento y estructuras de mediación

Uno de los tópicos recurrentes en el ámbito de la política científica tiene que ver con la transferencia de conocimiento universidad-empresa. Se trata de un tema que para muchos resulta polémico, en la medida que confronta el ethos tradicional académico, basado en la convicción de que el conocimiento es patrimonio común, con un enfoque centrado en los aportes de la universidad a la competitividad de las empresas. Aun sin pretender profundizar en el debate, al menos parece interesante abrir la reflexión sobre algunos temas relacionados, que remiten a la complejidad de los procesos de aprendizaje, vinculación y comunicación entre las lógicas de los distintos actores para generar conocimiento. 


Y es porque las Estructuras de Interfase (EdI) del Sistema de Innovación español no han logrado aún realizar un aporte significativo a gran escala, en orden a dinamizar y reactivar el aparato productivo con propuestas que le permitan superar sus deficiencias estructurales.

Efectivamente, cuando se habla de vincular el conocimiento generado en las universidades con las empresas  emergen controversias de diversa naturaleza. No sólo porque esto contrapone diferentes culturas, sino además, porque  este proceso de difusión del conocimiento involucra implícitamente un trasfondo ideológicoPor un lado, la enajenación del ethos científico que defendía Robert Merton supone, en cierto modo, una ruptura con la cultura académica pero, al mismo tiempo, a día de hoy existe una demanda de capitalización de la investigación. Entonces, puesto que “hoy se reconoce la necesidad de lograr un equilibrio entre la demanda de resultados prácticos y la libertad de investigación” (Albornoz, 2007) ¿cómo consensuar de forma equilibrada estas dos culturas?

Primeramente habrá que reconocer que los mecanismos para hacer ciencia al “estilo tradicional”, es decir, salvaguardando el “ethos” científico, son conocidos. El desafío surge cuando se trata de acoplar esto armónicamente con la lógica empresarial.  En 1980 la Ley Bayh-Dole sentó las bases en Estados Unidos para establecer la relación entre universidad, gobierno e industria en el ámbito de la comercialización tecnológica. El efecto que supuso que dos culturas, tradicionalmente incomprendidas, comenzasen a acercarse fue un incremento del 160% en 15 años de la inversión en I+D subcontratada en las universidades (Cotec, 2003).

Aunque, por otro lado, cuando se trata de transferencias de tecnología verticales, es decir, transferir conocimiento público para el beneficio privado, de la universidad a la empresa ¿cuáles son los límites?  Al respecto, sería interesante debatir sobre el reparto de las ganancias obtenidas a partir de ese conocimiento generado desde lo público. Por ejemplo, ¿cuál debería ser la distribución accionarial en una empresa de spin-off? ¿Cómo se devuelve la financiación  en caso de inversiones de capital-riesgo, tanto públicas, cómo privadas? ¿Qué mecanismos debería existir para la transferencia de resultados a la sociedad? ¿Incentivos fiscales?

En cuanto a los procesos de aprendizaje, vinculación y comunicación entre las lógicas de los distintos actores para generar conocimiento, en primer lugar, para que los dos pilares principales sobre los que tiene lugar la transferencia tecnológica, a saber, la universidad y la empresa, entren en sintonía es necesario hablar de “universidad emprendedora” y de “empresa innovadora”. De otra forma, estas dos culturas no podrán entenderse. 

Sin embargo, no puede pensarse únicamente en un proceso de dos agentes. Además, la administración debe ejercer un rol dinámico a través de mecanismos adecuados que fomenten la innovación. Para tal efecto, desde la legislación, hasta otras estructuras de intermediación, como los parques científicos y tecnológicos, las incubadoras de empresas o las unidades de vinculación tecnológica cumplen un rol de interfase que busca acercar ambas culturas. De igual modo, desde el punto de vista económico, los fondos de capital-riesgo y los incentivos fiscales serán instrumentos necesarios para realizar la capitalización del conocimiento. Por lo tanto, se podría decir que la transformación del conocimiento en bienes o servicios comercializables está mediada por diversas herramientas que abarcan desde el marco legal, económico y financiero, hasta las propias infraestructuras científicas y tecnológicas que vinculan la universidad con la empresa.

En estas últimas, la cercanía existente entre los agentes de mediación con las instituciones principales (universidad y empresa) responde a la similitud de culturas y, por ende, de lenguajes. Es decir, cercano a la universidad se encuentran, por ejemplo, los parques científicos, dedicados a la investigación estratégica, mientras que más próximos a la empresa están los centros tecnológicos, en los que la investigación básica pasa a segundo plano y los procesos productivos y la lógica empresarial están más presentes. Es, por tanto, a través de estas interfases culturales que se producen los flujos de información y conocimiento en los sistemas de innovación.

La heterogeneidad de culturas involucradas en el proceso de innovación se manifiesta en las instituciones que a aquellas representan y, de igual modo, en el carácter transdisciplinar del conocimiento que se crea y difunde a través del sistema de innovación. Pero, más allá de la práctica y la experiencia acumulada ¿por qué algunos países han sido capaces de consolidar el modo 2 de producción del conocimiento, mientras que otros no son capaces de salir de un “modo de transición” mixto entre el modo 1 y el modo 2? 

Bibliografía
  • Albornoz, Mario (2007:59), “Los problemas de la ciencia y el poder”, Centro de Estudios sobre ciencia, desarrollo y educación superior – REDES, en: Revista CTS nº8, Vol 3, Abril 2007.
  • COTEC (2003), “Nuevos mecanismos de transferencia de tecnología”, Fundación COTEC para la Innovación Tecnológica, Madrid

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