miércoles, 13 de mayo de 2015

Feminismo y ciencia

A partir de la de los 60s, durante la segunda oleada del movimiento feminista, cobran fuerza los estudios de ciencia y género, conocidos como “estudios feministas sobre la ciencia”, con el propósito de rechazar el androcentrismo que acompaña a la práctica científica. 

La ciencia ha sido tradicionalmente un lugar privilegiado de poder y conocimiento gobernada por los hombres. Construida según los valores masculinos de control y dominación, y caracterizada históricamente por una división sexual del trabajo. Sin embargo, ni la ciencia ni el género son entidades fijas y, por tanto, la relación entre ellas puede cambiar.

Uno de los grandes retos se refiere a la construcción del lenguaje, puesto que la ciencia misma está cargada de valores de género. Desde la identificación masculina en la ciencia, en cuanto al modo en que está producida, hasta la construcción metafórica generada en torno a las diferentes disciplinas científicas se revela la aún persistente visión androcéntrica de la ciencia. En este sentido, podemos encontrar que la figura del “genio científico” en las película es el hombre, o bien, cuando se trata de reproducción sexual, y se explica el papel del esperma y el óvulo, el primero se asocia con la fuerza, la actividad, el “espíritu de conquista”, mientras que el segundo tiene un papel pasivo, de receptor… De esta forma, en lugar de que ambos gametos interactúan de manera compleja posibilitando la fecundación, la ciencia es corrompida a través del enfoque sexista.

Otro desafío, más allá de lo simbólico, implica el reconocimiento al desarrollo científico de los aportes del género femenino, en cuyo caso, Rosalin Franklin debería compartir premio Nobel con Watson y Crick por el descubrimiento de la doble hélice del ADN.

Es cierto que desde la consolidación del movimiento feminista ha habido importantes avances y, concretamente, en el ámbito de la ciencia y tecnología, una notable participación de mujeres en actividades de I+D. Si nos fijamos en el porcentaje de investigadores e investigadoras en la región encontramos que, a pesar de que se puede apreciar una mayor participación de hombres en algunos países – Chile, Colombia, Costa Rica o El Salvador, con proporciones alrededor del 65% hombres-35% mujeres - , en otros, como Argentina, Cuba, Paraguay o Uruguay, existe una relación aproximadamente de paridad, o en Venezuela, la proporción es de aproximadamente 60% - 40% a favor de la mujer (RICYT, 2011). No obstante, aunque en este caso se puede decir que el análisis de las tendencias en las series históricas muestra, para todos los países de la región latinoamericana, una evolución hacia la equidad de género, no se puede decir que esto sea extrapolable en general. En este sentido, tal vez, el problema de los “techos de cristal” será el gran reto feminista para el siglo XXI (Sanz, 2005).

Bibliografía
  • Sanz, Verónica (2005)  “Una introducción a los estudios sobre ciencia y género”, Instituto de Filosofía, CSIC, España.

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